[1] Todos los seres humanos somos siervos de Dios. Los creyentes someten espontáneamente su voluntad a la voluntad de Dios, y eso los hace Sus siervos por elección; y los que no creen en Dios o Le asocian ídolos a los que adoran, igualmente están sometidos a la predestinación y el juicio de Dios y, por lo tanto, son Sus siervos, aunque no lo acepten.