[1] Creía, en su soberbia, que todo lo que tenía era porque se lo merecía, y que la gracia de Dios nada tenía que ver y, por lo tanto, no tenía nada que agradecer.
[2] Ya que serán reconocidos por su apariencia el Día del Juicio Final, y condenados porque no tendrán capacidad de explicar y justificar sus muchos pecados.