[1] Impureza espiritual a causa de su incredulidad o idolatría.
[2] No es lícito que un no musulmán entre en la Mezquita Sagrada de La Meca. En el resto de las mezquitas, en cambio, sí puede entrar, como cuando el Profeta r recibió a los cristianos de Nayrán en su Mezquita de Medina.
[3] Este versículo fue revelado en el año noveno de la Hégira.
[1] Lit. Yizia جزية traducido aquí como “impuesto”, aparece solo una vez en el Corán, pero su significado y propósito han sido expuestos claramente por el Profeta Mujámmad r en su Sunnah. En un Estado Islámico, todo musulmán adulto y sano está obligado a tomar las armas para participar en la defensa de su sociedad, si es atacado por una potencia extranjera, y así defender el derecho a la autodeterminación de su sociedad. Dado que esto es, esencialmente, una obligación religiosa, a los ciudadanos no musulmanes que viven en una sociedad islámica, que no comparten la ideología del Islam, no se les puede exigir, por justicia, que participen de esta batalla. Solo aquellos ciudadanos no musulmanes que podrían participar de un ejército son los que están obligados a pagar este impuesto. Por consiguiente, todos aquellos ciudadanos no musulmanes cuya condición o situación personal los eximiría de ir a la guerra, están legalmente exentos del pago del yizia, como las mujeres, los que no hayan alcanzado la madurez, los ancianos, los hombres enfermos o inválidos, los sacerdotes y los monjes. Ni en el Corán ni en la Sunnah auténtica se determina la cuota a pagar en este impuesto, pero sí está establecido que se trata de una cantidad menor que el zakat (uno de los pilares del Islam) que están obligados a pagar los musulmanes y del que, por ser un deber religioso específicamente islámico, están naturalmente exentos los no musulmanes. Algunos orientalistas sugirieron equivocadamente que algunas conversiones al Islam habrían ocurrido para evitar pagar este impuesto, pero tal afirmación es falsa, porque si un no musulmán que paga el Yizia se convirtiera al Islam, tendría que pagar el zakat, que es más elevado.
[1] La utilización de este título, “hijo de Dios”, era muy común entre los judíos del Antiguo Testamento. Para mayor información sobre a quiénes aplicaban este término ver la Enciclopedia Católica, bajo el título Hijo de Dios.
[1] Este versículo evidencia que quien obedece a una persona, negándose a obedecer al Corán y la Sunnah, haciendo lícito lo prohibido o viceversa, y obedeciéndolo en lo que sabe es una desobediencia a Dios, toma a esa persona como una divinidad junto a Dios, transformándolo en asociado o copartícipe, y esto anula el auténtico monoteísmo (Tauhid), porque Dios denominó tal obediencia como adoración. Dijo el Sheij Ibn Taimiah sobre el significado de “han tomado a sus sacerdotes y a sus monjes”: “Estas personas han tomado a sus sacerdotes y monjes como divinidades por haberlos obedecido en cuanto legislaron permitiendo lo que había prohibido Dios y prohibiendo lo que había permitido Dios. Esto puede darse de dos maneras: La primera es que sepan que sus líderes han cambiado la religión tal como la reveló Dios, pero de todas maneras los siguen sabiendo que contradicen las enseñanzas proféticas, considerando lícito lo prohibido e ilícito lo permitido. Esto es, sin dudas, incredulidad (Kufr). Dios y Su Mensajero lo consideran una forma de idolatría, aunque no se postren ante ellos. De la misma manera, aquellos que sigan a algún erudito sabiendo que al hacerlo están contradiciendo a Dios y a Su Mensajero, habrán cometido, tal como los primeros, un acto de idolatría. La segunda es que consideren en su fe que lo prohibido es ilícito (haram) y lo permitido es lícito (halal), pero siguen a sus líderes sabiendo que esto es una desobediencia a Dios. Quien hace esto es igual que aquel musulmán que comete desobediencias (pecados), por lo que son pecadores desobedientes. Sobre esto dijo el Mensajero de Dios r: “La obediencia es obligatoria solo en lo lícito”.